IV
En mi sueño llevabas
alto cuello blanco, sombrero
y un abrigo oscuro colgado de los hombros.
Tenías una actitud discreta y contenida
como si te inquietara
una ruptura grave.
Más allá de toda vista y preferencia,
más allá de palabras
aparecías hermoso,
inmensamente,
hermoso hasta el prodigio.
Sin embargo,
no había historias en el sueño
de tan igual tu gesto reverente.
(Tal vez he exagerado.
Debo aclarar también que sueles sonreír
y siempre tienes palabras cálidas y justas.)
Pero decíamos,
tampoco en el sueño acontecía nada
sino tú,
irresponsable,
desquiciando la calma del durmiente.
(Elsa Cross)
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