Sunday, November 23, 2008

Una mañana se levanta triste:

"Todas las veces anda mi amor rondando;
todo lo veo.

(...)

Aquí todo lo veo, rondando.
Hoy lloverá sobre los árboles calientes
y la ciudad se poblará de un ruido húmedo cayendo."

(Alejandro Aura )
**El título de la entrada pertenece a otro poema, también de Alejandro Aura

Este poema, como notarán, no es de Rubén Darío. Es una interrupción en la línea poética de este mes. Hoy yo amanecí triste, triste y debilucha, y cuando me pasa eso me da una necesidad horrible de escribir, de llenar hojas blancas con palabras melancólicas, colores grises, llantos desesperados, desgarradores, exagerando la tristeza de una mañana de domingo...

pero no puedo, me fue negado el don de la palabra, y cada verso que sale de mí me avergüenza y me frustra. He aprendido a superar eso, busco el alivio en otro ejercicio: leyendo la poesía de los demás, buscando en mi limitadísimo repertorio de poetas favoritos (que poco a poco, afortunadamente, va creciendo) las palabras que describan mi sentir. Y luego, hago mío al poema elegido, lo leo y me siento convencida de que dice lo que quiero que diga, y puede ser un poema de amor y lo hago de guerra, y puede ser un poema de soledad y lo hago de amor.
Y llega el alivio.

Alejandro Aura está en esa lista. Y me llega al corazón. Cáncer. Y me hace llorar. Lo que se acaba, lo que se acaba de verdad. Lo que sufre, lo que sufre de verdad. Cuerpo.
...pero al final siempre llega el alivio. Dentro de lo triste, en sus versos, siempre encuentro paz ¿alegría?, no sé si era él o es mi interpretación. Creo que era él.

A pesar de que cada que puedo me doy la oportunidad de conocer nuevos poemas/poetas, de todos modos hay versos que se me quedan tatuados, que sirven para todos los casos, que alivian en todas las situaciones. Hoy quise buscar un poema nuevo y el intento fue lo que escribí arriba, pero seré sincera, el poema que dice lo que hoy siento es otro. Es uno que ya había escrito en este blog y que es muy recurrente en mi cabeza (y mucha veces me he aguantado las ganas de escribirlo nuevamente aquí).

Pero hoy no:

De toda libertad,
palabra por palabra, digo,
(y me cae que mi corazón es cierto)
canto, holgazaneo,
para que me mires y digas: qué desperdicio de horas,
envidiable.
Poseo el don del tiempo,
la catrina calma y el más chicho recreo:
uvas de sol y luna,
uvas de estarme solo todo el día,
uvas de hablar contigo y de que me oigas
porque como yo
quieres hablar con alguien
de esta prodigalidad del mundo. Y es cierto,
todos los caminos van a tu boca
y van a que tú puedas decir lo que te dé la gana–
Caminaras, horas enteras caminaras,
ciento cincuenta pesos de zapatos
una noche caminaras, cientos de angustias juntas
te acabaras–
y ni hablar de todo lo profundo, qué caray,
yo mejor desentono pero canto,
te invito un café,
te quiero,
te llamo a las cuatro de la tarde,
gentecita,
gentecita mía,
porque elegí en el mundo (y cómo no)
los días de sol para vestirme de colores– que te pica
el miedo, que te dice,
que te unta su nata pegajosa,
que te dice que no
y a mí que me desespera–.
Pero con una concha grande me muerdo los bigotes,
como mangos a las doce del día,
viviendo claramente (en serio)
para que no se te aparezca nunca
la nebulosa esa desgraciada
de mi melancolía.
Qué más quieres.


(Alejandro Aura)
--
y hoy, aunque no haya sol, me quiero vestir de colores. Me gusta el frío, ese de afuera, no el del corazón. Y hoy podría hacer frío en los dos lados, pero no.
Rezo, aunque no sea creyente, que su cuerpo sea fuerte y que mañana todo vuelva a ser igual. Que no sufra, ni ella ni los demás.
Y por otro lado espero que él, si hoy no está sonriendo, lo haga. Que sepa que le espera una vida llena de alegría, que sepa que se lo prometo. Yo lo sé.
Que sonría, porque lo quiero. Que sepa que lo quiero.

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